domingo, 5 de marzo de 2017

La ratita Alicia y el árbol con agujeros.



Érase una vez una ratita que se llamaba Alicia, era muy rebelde, esto quiere decir, que casi todo lo que veía no le gustaba, así que reaccionaba contestando con enfado a sus padres, profesores y especialmente a aquellos que ella creía tenían alguna autoridad, o sea, que mandaban.

Un día, su madre la mandó al supermercado a comprar galletas para la merienda, cuando llegó a la caja había una cola tremenda y Alicia empezó a ponerse de malhumor, empujaba a los ratones que tenía delante, resoplaba, y, claro, los otros ratones la miraban con mala cara, una vez llegó su turno tiró de mala manera el paquete de galletas a la cajera, pagó y no dijo ni adiós.

Cuando llegó a casa su mamá le preguntó qué porqué había tardado tanto, a lo que ella contestó que la dejara en paz y que nunca más iba a hacer mandados. Su mamá que la conocía le dijo que su mal carácter solo le iba a hacer daño a ella misma, ya que el enfado se lleva por dentro y hace mucho daño a uno mismo.

En el colegio la cosa no era muy diferente. Alicia tenía algunos amiguitos, los que la conocían sabían que tenía malas pulgas. Ana, su mejor amiga, era precisamente la que más sufría, pues quería mucho a Alicia pero a menudo peleaban y Alicia la insultaba y le decía cosas terribles, que hacían mucho daño a Ana.


Una vez, su tutora la llamó para hablar con ella, le dijo que había encontrado a Ana llorando y al preguntarle qué le pasaba esta le contestó que quería cambiarse de colegio para tratar de olvidarse de su amiga Alicia porque solo la hacía sufrir. Al oír esto, Alicia estuvo muy apenada pues quería realmente a Ana y no quería perderla.

Al día siguiente la profesora anunció a la clase que Ana se iba a otro colegio, Alicia, llorando fue hasta su amiga para pedirle que no se fuera, que la perdonara, que ya no iba a enfadarse más con ella, pero ya Ana no podía volver atrás, eran sus padres los que habían tomado la decisión y la pequeña nada podía hacer.

Pasaron los días y Alicia estaba muy triste pues echaba mucho de menos a su amiguita, su tutora, al verla tan apenada así le habló: Alicia, no estés triste, trata de comprender porqué ha pasado esto, cuando se dicen palabras que molestan a los demás, duelen, aunque después pidamos perdón no vuelve a ser como antes. Si clavamos un clavo en un árbol, aunque después lo quitemos, el agujero sigue ahí, ¿Verdad Alicia? De la misma manera, cuando ofendemos a los demás ellos nos perdonarán, pero ya saben que les hemos causado dolor y eso no se olvida fácilmente.


No olvides lo que dijo Charles Dickens que era un escritor de cuentos: "La verdadera grandeza es hacer que los demás se sientan grandes.

6 comentarios:

  1. maravilloso
    escribes de una manera que me llevaste a la niñez de mis años mozos abrazo

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    1. Gracias amable amiga, un placer saber que lees mis cuentitos. Un fuerte abrazo.

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  2. ¡¡Que buena historia!!

    Es un cuento infantil, pero viene muy para todos<; niños y adultos. Debemos pensar antes de hablar, y no sentirnos los dueños de la verdad.

    mariarosa

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    1. Holaaaa María Rosa, qué buena eres de pasarte por aquí, leer y comentar, te lo agradezco muchísimo y te mando un beso virtual.

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  3. Me encantan tus letras
    están llenas de brios
    y cuando te leo me siento invadida por la magia que traes contigo

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