jueves, 19 de marzo de 2020

El globo.





Érase una vez un globo muy grande, en él cabían muchísimas cosas porque desde el principio, cuando solo eran unas pocas, el globo se fue expandiendo para dar cabida a todos los que querían vivir en él. Todos sus habitantes eran muy felices, podían respirar el aire que circundaba el globo, comían de los frutos que su tierra les ofrecía, bebían el agua que manaba de él, todo iba muy bien.


Hasta que a sus habitantes les pareció poca cosa lo que aquel globo ofrecía y empezaron a inventar nuevas formas de vivir en aquel globo, cada vez, aquellos habitantes necesitaban más y más, un invento seguía al otro, aquello no tenía fin, además, empezaron a sentir que no eran felices con lo poco que les ofrecía el globo, ya casi ni se percataban de las esenciales ofrendas que él les daba sin pedir nada a cambio. Aquellos habitantes habían aprendido que lo que no se compraba no valía nada.

El globo se fue entristeciendo, contemplaba el despilfarro y la frivolidad de sus habitantes, ya no le hacían caso, lo maltrataban y no querían dejar de hacerlo. El globo estaba herido, su dolor se fue convirtiendo en pequeñas partículas que empezaron a esparcirse entre los habitantes, estos empezaron a enfermar, primero unos pocos, pero unos a otros se iban contagiando del dolor de aquel globo despreciado. Muy lentamente, los habitantes fueron despertando de su letargo, comenzaron a ver lo que estaban haciendo a su amigo que tan generosamente los había acogido. Ahí comenzó el cambio hacia una convivencia más justa con su amigo el globo, este se empezó a renovar muy lentamente, después de mucha tristeza por su parte y también de sus habitantes.

Ahora, el aire es más puro, hay muchos parques y flores, la gente no tiene tanta prisa y se ama más, se aprecia y agradecen las cosas más importantes y lo material ha pasado a segundo término, ahora los habitantes del globo cuando se miran unos a los otros, se ven, cuando se oyen, se escuchan y cuando se quieren se aman, el globo se ha convertido en un lugar plácido donde el miedo ha desaparecido con la avaricia que se llevó aquella pequeña partícula que se esparció debido al dolor del globo.



domingo, 22 de diciembre de 2019

Si de noche lloras por el sol, no verás las estrellas. R. Tagore

Otra vez Toni le había fallado. Allí estaba ella, mirando la hora, esperaba que él, como cada tarde, apareciera para jugar al baloncesto con los chicos, después se verían ellos dos y pasearían, se contarían las últimas novedades y volverían cada uno a su casa como de costumbre. Pero no apareció, así que Eva sintió que no la tenía en cuenta, seguramente no le gustaba estar con ella o habría encontrado un modo mejor de pasar la tarde. 

Volvió a casa, estaba de malhumor, casi ni saludó a su hermano ni a su mamá que la esperaba con la sonrisa que siempre tenía cuando ella aparecía. Subió a su habitación y se puso a mirar su correo, nada, ni una excusa o explicación de porqué no había aparecido aquella tarde su amigo Toni.

Al siguiente día lo vio en clase, ella, muy seria y digna casi ni lo miró. En el recreo Toni se acercó muy alegre, como siempre, pero ella estaba enfadada. Él le preguntó qué le pasaba, pero ella no quiso darle demasiada importancia y casi lo ignoró, Toni no entendía nada, pensó que las chicas a veces son difíciles de entender.

Por la tarde fue a jugar al baloncesto a la plaza, ya que hoy no tenía que cuidar a su hermanita, pero Eva no estaba, no le dio demasiada importancia, ya se verían otro día. Pasaron los días pero la distancia entre Eva y Toni iba en aumento, ella parecía molesta, pero él no entendía nada. Se distanciaron tanto que ya no volvieron a tener aquellos encuentros tan bonitos donde los dos expresaban lo que sentían, se contaban lo que les ocurría y eran un apoyo el uno para el otro, nunca más volvió a suceder.

Y es que Eva, cayó en lo que muchos de nosotros tropezamos sin darnos cuenta, en la expectativa.

Las expectativas son los deseos que guardamos allá en lo más profundo de nuestro ser y que nos hacen desear que los otros sean como nosotros esperamos o creemos que tienen que ser. Pero, no es así, la mayoría de las veces no se cumplen esas esperanzas y nos decepcionamos. ¿Es culpa del otro o nuestra?

Lo más inteligente sería tomar al otro como es, no querer que sea la imagen que ilusoriamente nos hemos formado nosotros, nos ahorraríamos tantos sinsabores... la otra persona, al sentir que no puede ser como tú quieres, también se siente mal y esto es el cuento de nunca acabar.

Así que una propone, pero si el otro o la otra no reacciona como esperábamos, simplemente aceptamos, sin rencor, cada ser es una individualidad que aporta precisamente eso que es, no hemos de darle más vueltas. Sencillamente aceptar lo que es.





miércoles, 20 de marzo de 2019

Nabucodonosor




Hola, me llamo Autopista, es porque mi familia me encontró en la carretera, era un gato pequeño y andaba perdido porque mi madre y mis hermanitos estaban durmiendo, quise dar un paseíto y no encontré el camino de vuelta, fue horrible, hasta que mi familia de humanos me encontró y me recogió. Claro que me metieron en su coche con la mejor intención, pero en realidad, lo que yo quería era volver con mi mamá y mis hermanitos, aunque si me hubiera aplastado un coche tampoco los habría visto más...  y además, las mamás gatas tampoco quieren que estemos siempre con ellas, pues les quitamos libertad, ellas nos dan la leche que nos corresponde, pero después, lo que quieren es que nos vayamos a vivir nuestras vidas. 

Creo que yo me busqué la vida bastante bien porque no me podría haber tocado mejor familia que Elena, Javier y Aída. Me recogieron para siempre, su casa es preciosa y acogedora, especialmente porque siempre son buenos conmigo, me quieren, me acarician y cepillan mi pelo a diario, soy muy feliz con ellos, ahora se han convertido en mi familia y no los cambio por nadie. Pero les voy a contar la historia de mi amigo Nabucodonosor.

Cuando Nabucodonosor estuvo en brazos de Elena sintió que habían acabado sus tristezas. Después de una hora en coche llegaron a casa. Nabu, como lo voy a llamar en adelante, porque si no es muy largo ese nombre que le puso su antiguo dueño, un hombre siempre malhumorado y con mal carácter que aliviaba todas sus frustraciones pegando y gritando a su familia, y claro, Nabu era uno de sus miembros, el más débil.

Bueno, pues como les iba contando, Nabu llegó hace como cinco años a la familia. Se adaptó muy fácilmente, a pesar de lo que había sufrido, yo por aquel entonces tendría cuatro meses o cinco, no me acuerdo bien. En mi familia  es fácil convivir. A todos les encanta los animales, pero cuando vieron a Nabu, con su pelaje blanco y su ojo negro, quedaron fascinados, empezaron a bromear diciendo que mejor se hubiera llamado Pirata por aquel ojo tan gracioso, él, Nabu, no paraba de mover su colita y olfatear por todos sitios hasta que llegó a la cocina y descubrió su rincón, se revolcó en su nueva cama, bebió agua y comió un pienso que estaba riquísimo, además, no tenía cereales, era lo que Nabu necesitaba, porque antes...

No quería pensar en ello, pero es que en su antigua familia le daban una comida que era las sobras de lo que comían en la casa, a él le sentaba fatal y entonces le daban ganas de ir a dar un paseo para no manchar la casa, pero ellos no lo sacaban, así que no le quedaba más remedio que hacerlo en casa, el hombre se enfadaba mucho y le daba patadas, después se enojaba también con su mujer porque era la que había adoptado a Nabu y se armaba la marimorena. Todos gritando y agitados, horrible, pero el peor parado siempre era Nabu.

Nabu era ya un poco mayor, porque tenía once años, en el Refugio donde había pasados los últimos meses después del abandono no tenían muchas esperanzas de que alguien lo quisiera, porque la gente siempre busca perritos jóvenes. Hasta que llegó Elena, ella amaba a los perros, a los gatos y a todos los animalitos y quería ayudarles a todos, pero su madre le dijo que si ayudaba a uno como Nabu que era un poco viejito estaría haciendo una gran labor, por eso y porque le encantó desde que lo vio, escogió a Nabu. 

Fue una gran sorpresa para Nabu encontrarse conmigo, pero para mí también, no esperaba que me trajeran un compañero para jugar, fue una gran alegría, porque, aunque la gente piensa que los gatos y los perros no pueden ser amigos, no es verdad, por lo menos Nabu y yo congeniamos enseguida, bueno, tengo que reconocer que él era un poco mayor y claro, mis saltos sobre su lomo y mis continuos ronroneos a su alrededor a veces lo ponían nervioso. Pero nunca se enfadaba, era muy dulce ese perro del ojo negro, a pesar de sus amargas experiencias. Fue mi mejor amigo. Nabu se adaptó muy rápidamente a su nueva familia, era un perrito muy agradecido y pronto se dio cuenta de la gran suerte que había tenido.

El abandono de Nabu.- En aquélla casa gris, todo eran problemas, el padre era un hombre amargado que se emborrachaba a menudo, Nabu sin embargo los quería a todos, por eso le dolían aún más los golpes que recibía, ellos no eran felices, bueno, con una persona como aquel hombre por los alrededores no es muy fácil estar en paz. La madre quería ser dulce, pero no la dejaban, el hijo, un muchacho de unos catorce años ya estaba harto de todo, se estaba pareciendo cada vez más a su padre. Un día, pensando que le haría un favor a su padre al que temía mas que quería, cogió a Nabu y diciendo que lo sacaba a pasear se lo llevó. Con sus amigos estuvo jugando a molestar al animalito, cuando se cansaron, decidieron que lo acercarían a la autopista a ver si alguien paraba y se lo llevaba o lo atropellaban. Nabu, desconcertado con tanto ruido no sabía hacia donde tomar, se metió en la cuneta y allí permaneció hasta que un señor que lo vio, paró su coche, se apiadó del perrito y lo llevó a un Refugio. Hasta el día que lo adoptó Elena.

Junto a nosotros Nabu fue más feliz de lo que él hubiera imaginado, nunca le faltó comida, ni cobijo, las caricias y las buenas caras eran lo normal allí y mi amigo lo veía y lo sentía. Porque se sabe que los animales sienten la alegría y también la pena de los que les rodean, si hay alegría nosotros estamos contentos pero si hay pena nos ponemos muy tristes, no nos gusta que nuestros amigos humanos lo pasen mal, especialmente si vivimos con ellos, sentimos sus lágrimas, por eso, muchas veces, cuando Elena o Javier suspendían, me cogían en brazos a mi o a Nabu, bueno, Nabu era muy grande, así que con él se sentaban a su lado, entonces hablaban con nosotros, nos contaban cosas que a su madre no contarían, a veces por vergüenza, otras por no disgustarle, sus problemas más importantes, nos explicaban porqué no habían estudiado y eso.

Por ejemplo, resulta que Elena se había enamorado, sí, enamorado. Bueno, pues ella a su madre no se lo decía, pero a nosotros dos sí. Digo yo si será porque yo solo puedo decir miauuuuu, y Nabu guauuuu, seguro que es por eso. Además, nosotros escuchamos calladitos, pero Aída, uffff, ella hubiera dado su opinión, habría empezado a dar consejos y todas esas cosas que suelen hacer la mayoría de las madres humanas en un intento de ayudar a sus hijos. Así que fue nuestro secreto. Pero Elena estaba muy distraída por el amor, solo hablaba de Alberto, se le iban las horas y no se concentraba, yo creo que era muy joven para enamorarse, pero bueno, menos mal que nos tenía a nosotros. 

Javier era diferente, al ser más pequeño, lo que más le preocupaba era que su padre no viviera con nosotros, una pena, es que los padres vivían separados porque creo que no se entendían muy bien. Pero los dos querían muchísimo a sus hijos, eran lo más importante para ellos y los niños lo sabían, pero Javi nos decía que echaba de menos el tiempo en el que vivían todos juntos. Se ve que no era gato el Javier, a nosotros no nos preocupan esas cosas, solo comer, dormir, jugar, trepar, desperezarnos, buscar novia cuando somos un poco mas mayores, con eso ya somos felices.

Nabu fue feliz el resto de sus días con nosotros, hasta que le llegó la hora de marchar, esa hora que nos llegará un día a todos, pero que a los perros les llega muy pronto, mas o menos a los dieciséis años...y sabes por qué ? Pues es porque ellos aprenden muy pronto lo que las personas tardan muuuuucho más en aprender, por ejemplo: Amar sin condiciones, vivir en paz, agradecer cada momento, alegrarse y saludar con cariño al que llega, no preocuparse, jugar, dormir, tomar sol, en definitiva, saber vivir sintiendo intensamente. Así, cuando llega el momento de irse de esta vida, se van muy tranquilos, porque dejan todo el amor que repartieron todos y cada uno de sus días.









miércoles, 3 de octubre de 2018

Cómo yaya se convirtió en Abuela RoboCop

Cómo yaya se convirtió en abuela RoboCop.

Cuento dedicado a Luc y Luk.

Érase una vez una yaya que adoraba a sus nietos, como todas las abuelas. A yaya le gustaba hacer yoga y ejercicio, decía que era la mejor manera de estar más tiempo sin dar la lata a los demás, ella había sido siempre muy independiente y prefería ayudar en vez de ser ayudada, estaba muy orgullosa de ello.




De las posturas de yoga, la que más le gustaba era Guerrero II, pues decía que se sentía fuerte y poderosa haciéndola.

Un día, estaba ella saltando tan contenta y no sabe cómo, perdió el control y se cayó, fue horrible porque la rodilla le dolió mucho, la tuvieron que llevar a un hospital y allí le dijeron que se la había roto.

Mientras estuvo en la clínica conoció a muchos ángeles, iban vestidos de enfermeras y enfermeros, la cuidaban muy bien porque ella no podía hacer casi nada, estaba triste, ya no podría hacer la postura de Guerrero II ni saltar por un tiempo, pero la postura de El pez sí que la podría hacer, bueno y algunas otras, la verdad es que sólo tenía una pierna mal, todo lo demás estaba bien.

Entonces fue cuando ocurrió el milagro. A yaya la llevaron en una camilla a un sitio donde la gente tenía unas mascarillas y solo se les podía ver los ojos, habían unos cuantos de esos y todos la miraban, ella estaba muy tranquila porque una señora que no tenía mascarilla la estaba cuidando todo el tiempo y era muy simpática, se llamaba Anestesista y sonreía todo el tiempo, esa era otro ángel. Ahora viene lo bueno. Cuando los hombres y mujeres de la mascarilla terminaron de arreglarle su rodilla, le dijeron que ahora tenía titanio para siempre en su cuerpo y que se había convertido en la Abuela RoboCop, ella no podía creérselo, ¡Resulta que se había caído para transformarse en una mujer de titanio! ¡Era increíble!

Bueno, no crean que es fácil la transformación, lleva un tiempo, ahora la Abuela RoboCop está un poco fastidiada, tiene que estar quieta mucho tiempo y eso a ella no le gusta demasiado, piensa que igual el convertirse en mujer de titanio también conlleva aprender a tener paciencia, a aceptar lo que es, valorar todo lo bueno que tiene, meditar, descubrir amores y amigos, agradecer, tener sentido del humor, apreciar los detalles, la luz, el aire, los colores, la alegría, la fortaleza, la humildad.

En realidad, yaya siempre está aprendiendo, ella dice que estamos aquí para eso, para aprender. Ahora está tratando de aprender de esta transformación.



martes, 25 de julio de 2017

Puedo vivir sin ti, lo que no puedo es vivir sin mi misma.





Eran las nueve, bajó rápidamente del coche de su madre después de darle un beso, se dirigió a la entrada del colegio, allí estaban sus amigas, como siempre mirando sus móviles, apenas levantaron la cabeza para responder a su saludo. Entraron en tropel a la clase, la profe ya estaba esperándoles con su amplia sonrisa, se llama Esther, es también la tutora del grupo.

Son las once, hora del recreo. Estaba frita por ver a Andrés, el chico más guapo que había visto en su vida, él no es que le hiciera mucho caso, pero Anabel con que solo la mirara ya se derretía, el chico lo sabía, porque como con ella le pasaba con muchas otras chicas, simplemente se enamoraban de él sin que pudiera evitarlo.

Como quien no quiere la cosa, Anabel se acerca a Andrés y le enseña en el móvil unas fotos que se hizo la noche anterior en su cuarto -¿Las quieres?- el chico, sin demasiado interés le dice que vale, que se las envíe, en eso se acerca Julia, que llega a tiempo de contemplar la escena, se van acercando las demás compañeras, Silvia, al ver la escena, tiene una idea. -¿Porqué no hacen una sesión de fotos de Anabel y Andrés como si fueran pareja?- Anabel se siente un poco cohibida, aunque no le parece mal, de esa forma, piensa, estará más vinculada a Andrés y este seguro que se fijará en ella como posible novia.

Así que quedan a la salida en el parque que hay junto al colegio, a los padres les dirán unas que van a estudiar a casa de las otras y así tendrán un par de horas para desarrollar la genial idea de Silvia.

Andrés llega con Sergio, se sientan en el césped esperando que las chicas tomen la iniciativa, ellas no se hacen esperar, Anabel se ha puesto muy sexy, la han pintado para que parezca mayor, está monísima, Sergio y Andrés las miran divertidos hasta que llega el momento de empezar la sesión. Silvia lleva la voz cantante, les va diciendo cómo ponerse, indica a Anabel que debe mirarle embelesada, cosa que a la niña no le cuesta demasiado, él se deja hacer, más bien la mira con displicencia, a veces la besa en la mejilla, ella en plan sugerente, hacen muchas fotos, hasta que a Silvia se le ocurre que faltaría un beso en la boca.

A eso de las ocho se despiden, están exitados con la tarde tan apasionante que han pasado, cuando llega a casa Anabel siente un cierto malestar, cree que no ha hecho bien especialmente besando a Andrés, ella nunca había besado a ningún chico, no se lo puede contar a nadie, sus padres se enfadarían, no entenderían que era un juego, un pasatiempo. Su hermano tampoco estaría de acuerdo con lo que había hecho. Bueno, qué tontería, si no había hecho nada malo en realidad, ¿Porqué se sentía mal?.

Cuando salieron al recreo al día siguiente se le acercaron Marta y Jorge, le preguntaron que desde cuándo eran novios ella y Andrés, un escalofrío recorrió su cuerpo de doce años. Las fotos estaban circulando por los móviles de todo el colegio.
Eso no era precisamente lo que ella quería, ni le habían preguntado si daba su permiso, había sido Silvia, seguro, ella era mucho de eso, en su especie de liderazgo se creía con potestad para cualquier cosa, pero la culpa era de todos, nadie le había parado los pies a esa niñata. Anabel estaba furiosa, sentía vergüenza de saberse expuesta a los comentarios de los demás, ella, que era la discreción personificada.

Por la tarde había tutoría, de manera que decidió irse a contar la historia a Esther, a ver si la profesora podía hacer algo, si sus padres se enteraban la iba a tener fuerte en casa. La profesora escuchó atentamente su historia, cuando hubo terminado le dijo que llamara a los compañeros que habían participado, desafortunadamente ya se habían ido, así que la reunión quedaba pendiente para mañana, ya que la tutora decidió que era un tema importante que había que aclarar cuanto antes.

Pero ya sus padres la estaban esperando muy disgustados. Nada más cerrar la puerta de entrada se dio cuenta de que algo marchaba mal. La madre de Silvia había visto las fotos en el móvil de su hija y no se lo pensó dos veces en enviarlas a la madre de Anabel y de Andrés. Al día siguiente tuvieron una reunión en el colegio con la directora y tutora Esther, los padres de los implicados y los alumnos participantes. Todo se resolvió en una larga conversación que les llevó al acuerdo de borrar las fotos de los móviles de los presentes. Cómo todos sabemos, el resto de fotos enviadas no se pueden borrar, estarán circulando por internet sin control.

De toda esta historia a Anabel se le quedó grabada una frase que dijo su tutora refiriéndose a cuando hacemos las cosas algunas veces solo por agradar a los demás, ya sean estos, amigos, parejas, familiares o profesores, si algo muy dentro de nosotros nos está diciendo que no está bien, debemos aclararlo y negarnos a hacerlo porque SE PUEDE VIVIR SIN EL OTRO, LO QUE NO SE PUEDE ES VIVIR SIN UNO MISMO.



viernes, 30 de junio de 2017

A veces, siendo malo eres bueno y siendo bueno eres malo.





Para demostrártelo, te voy a contar la historia de Asun.

Asun era una hormiguita muy trabajadora, todo el tiempo iba de aquí para allá acarreando miguitas de pan, resto de comida que encontraba por donde quiera que fuera. Todo lo guardaba en un almacén minúsculo que suelen tener las hormigas para poder estar tranquilas cuando hace frío y no pueden salir afuera porque son tan pequeñas que apenas tienen calorías para sobrevivir al tiempo en el invierno.

Bien, pues Asun tenía un amiguito que era un poco vago, o sea, que no le gustaba cargar casi nada, así que siempre buscaba excusas para no trabajar, unas veces que se quedaba dormido, otras que le dolía la espalda, otras que no había comido lo suficiente, etc. etc. A Asun le daba mucha risa la frescura de Tomi, lo encontraba divertido y no daba importancia a lo que decían de él los demás, todos los miembros de su madriguera censuraban el comportamiento de Tomi.


Así llegó el invierno, el frío helaba el agua, los estanques congelados, la nieve se hizo presente. Las hormigas estaban en sus madrigueras aprovechando los suculentos manjares que se habían procurado durante el tiempo cálido.

Uno de esos días, Asun asomó sus antenas a la entrada de su madriguera al oír como una especie de lamento, y qué pena sintió al ver a Tomi temblando por fuera de su casa,  Asun le llamó y en la entrada, en el colorcito de su estancia Tomi le contó que todos se habían puesto de acuerdo en echarle porque no se había ganado lo que comía. Asun sintió compasión, le dijo que esperase un momento, iba a pensar qué podía hacer por él. Recopiló toda la comida que pudo de lo que habían guardado sus compañeras, le sentó mal hacerles esta faena a gente tan trabajadora, pero pudo más su solidaridad con aquel que por su inconsciencia estaba a punto de morir. Eso ella no lo podía permitir, no podía dejarlo en el frío y sin comida.

Tomi estuvo viviendo en un escondrijo que le buscó Asun durante el resto del invierno. Hasta que llegó el día en que lo descubrieron. Se armó un alboroto tremendo, todas las hormigas estaban enfadadas con Asun por haberlas engañado, haber ayudado a semejante vago que se merecía lo que le había pasado, ¡¡Si le habían echado hasta de su madriguera!! ¿Porqué Asun prefería ayudarle a él quitando la comida a sus compañeros? La verdad es que nadie lo entendía.

Entonces Asun comenzó a sentir que quizá ellos tenían razón, que se había comportado mal con su gente, se puso muy triste. Tomi, al verla, sintió a su vez una gran tristeza, por su forma de haber pasado el verano ahora su amiga estaba en apuros, no era justo, ella era la hormiga más buena y generosa que había conocido jamás. Tenía que hacer algo.

Todavía hacía frío, pero no tanto que no se pudiera soportar, así que Tomi salió y comenzó a recorrer todos los lugares donde había restos de comida que él pudiera transportar, cargó todo lo que pudo y volvió a la madriguera que lo había acogido tan generosamente y depositó en un rincón la comida, estuvo todo el día de aquí para allá hasta que llenó todo el rincón. Después se fue a buscar alguna madriguera donde pasar la noche. Al día siguiente lo mismo, cargó durante todo el día todo lo que pudo y lo dejó en la madriguera de Asun. 

Cuando las hormigas vieron la cantidad de comida en el rincón no podían creerlo, Asun tampoco sabía nada del tema, aunque echaba de menos a su amiguito, hacía tiempo que no sabía nada de él. Como ya el tiempo había mejorado bastante salió y se dirigió a una alacena que solía tener azúcar derramada y a ella le gustaba muchísimo, comió y cargó azúcar para llevar a su casa. Volviendo se dio cuenta de que alguien la seguía, paró, dejó su carga en el suelo y miró, era Tomi quien la seguía. Charlaron largo rato y él le contó que ahora vivía en otro sitio, le agradeció que lo hubiera ayudado en sus malos momentos y le pidió que lo disculpara ante sus vecinas.


Asun le pidió que la acompañara y les pidiera perdón él mismo, que no tuviera miedo. Así lo hizo y cuando hubo terminado una hormiga que estaba atrás dijo en voz muy alta para que lo oyeran todos -¡Tomi ha sido nuestro benefactor! Ha estado trayéndonos comida durante meses sin decir nada, yo lo he visto.- Todos miraron a Tomi asombrados, no lo podían creer, con lo perezoso que había sido. ¿Porqué había cambiado tanto?- A lo que él contestó - Nunca voy a olvidar todo lo que me han regalado, especialmente tú, Asun, que te has expuesto a parecer una ladrona delante de tus amigos sin importarte nada salvo ayudarme. Me has enseñado una gran lección y la he aprovechado, eso es todo. Gracias amigos.-

Y hasta aquí la historia de Asun que fue buena para Tomi y mala para sus amigas. Y tú, ¿Qué crees, qué sientes al leer esta historia?. Te invito a terminarla. Por cierto, ¿Sabías que las hormigas vivieron en tiempos de los dinosaurios?


domingo, 2 de abril de 2017

Apreciando lo diferente crecemos.


Fafi es una mariposa, ella tiene las alas de color amarillo limón, casi blancas, es muy feliz porque puede ir de flor en flor, se siente muy ligera y también le gusta quedarse en el aire, con sus alas abiertas, sin dirección, solo dejándose mecer por el viento.

Antonia es una mariposa monarca, ella es naranja con pintas negras, se siente muy importante porque ha oído que quedan pocas como ella y la gente las admira y cuida muchísimo. Siempre va pavoneándose de flor en flor y mira a las otras mariposas con cierto desprecio.


Un día se encontró en un jardín con Fafi, al verla tan feliz le dio un poco de rabia, entonces empezó a meterse con ella, le decía que su color era soso, que ella volaba más alto, que tenía familiares en otros países, etc. Fafi seguía volando y columpiándose a gusto. Antonia se dio cuenta de que no podía con ella, así que le preguntó porqué parecía siempre tan satisfecha. Fafi, se posó en una margarita, libó un poco de néctar de la flor y sonrió diciendo, es que yo antes era como tú, siempre intentaba que los demás se parecieran a mi, hasta que aprendí que cada uno es perfecto tal como es, una margarita no puede ser una rosa, eso sería un desastre, ¿Verdad?, una rosa tampoco puede ser una orquídea, así es todo. 

De manera que un día me dije a mi misma, (Continuó Fafi),  que si quería ser feliz tendría que dejar de pretender que los demás fueran como yo quería. Hay más felicidad en aceptar sinceramente al diferente que en querer cambiarlo, lo primero nos proporciona paz, lo segundo es luchar continuamente sin llegar a nada, perdiendo en esa lucha inútil la oportunidad de vivir en paz. 

La monarca se quedó pensando, Fafi tenía razón, en vez de estar queriendo ser diferente o intentar que los demás cambiaran para parecerse a ella era mejor apreciar lo que tenían distinto y quizá hasta aprender de otras formas de ser. Notó que después de ese pensamiento, sus alas se abrieron proporcionándole una libertad que hasta ahora no había sentido, se dirigió junto a Fafi y las dos mariposas, una pálida y la otra multicolor estuvieron volando y libando juntas de flor en flor, libres, ligeras y en paz.

viernes, 31 de marzo de 2017

Mi amigo Eto no quiere ser maestro.




Eto sabe muchísimas cosas, cada vez que habla uno aprende algo, pero él dice que no es un maestro de nada y casi se enfada cuando le llamas maestro. Claro que lo que sabe él también lo ha aprendido porque continuamente se pregunta el porqué de lo que ocurre, entonces, de esa manera, va investigando y encontrando su propia verdad, la verdad.

Es por eso que le dicen maestro, pero él insiste en que no es lo que se enseña sino lo que se aprende lo que vale a cada uno. 

Creo que tiene razón, porque he notado que cuando estoy en clase, por ejemplo, no siempre me intereso en lo que oigo, unas veces me distraigo, otras me aburro y casi me duermo, porque hay maestros a los que se les nota que no les gusta su trabajo, eso es fatal, porque nos hacen perder nuestro tiempo. 

En cambio hay otros que contagian su entusiasmo por lo que están transmitiendo, tengo un profesor de historia que de tanto que le gusta lo que nos cuenta, se le hinchan las venas del cuello, me he fijado, es muy apasionado y yo le he cogido mucho cariño, sus clases son mis preferidas y además saco buenas notas sin gran esfuerzo, ese hombre hace que nos mantengamos atentos en clase, que su clase sea un momento de entusiasmo. Otro profe, el de música, nos cerraba las cortinas y dejaba la clase completamente oscura, entonces ponía música clásica, era maravilloso, porque solo estabas concentrado en aquel sonido, apreciabas cada nota y así me aficioné a escuchar música buena. Otra profesora, nos enseñaba matemáticas en el patio, llevaba una botella vacía y nos iba diciendo lo que es un cuarto de litro, medio litro, etc. me encantaban sus clases de mates.

Eto es igual, es un hombre viejo, tiene unos sesenta años, pero cuando habla, la gente le escucha, porque siempre tiene cosas interesantes que contar, él dice que somos más que lo que creemos ser, nosotros pensamos que por ejemplo, somos niños o madres o maestros o ingenieros o basureros o Pepe o Isabel, pues Eto dice es precisamente eso lo que no somos, que nuestro interior, lo que no se ve, es lo que en realidad somos. Parece un rollo, pero cuanto antes nos demos cuenta de eso, mejor será, porque empezaremos a no dar importancia a cosas que realmente no importan, viviremos una vida consciente, no actuaremos por inercia, ¿Sabes lo que es la inercia? Pues es cuando hacemos algo como automáticamente, porque lo hace todo el mundo, porque es lo que aprendimos, porque no nos preguntamos ¿Porqué pienso lo que pienso, digo lo que digo, hago lo que hago?.

Cada uno de nosotros aprenderá todo esto cuando esté preparado, dice Eto que un día todos nos plantearemos cosas así, porque no es el maestro el que enseña, es el alumno el que aprende lo que está dispuesto a aprender. Sé muy feliz y hasta la próxima.



Se me olvidaba, este cuento está dedicado a mi amigo Ernesto.

martes, 21 de marzo de 2017

Escuchar es oír con atención, ver es mirar con atención.


Dibujo de Lucien con dos años.

A Juan, cuando le hablaban casi siempre estaba pensando en otra cosa. De esa manera, oía, porque no era sordo, pero cuando contestaba, la gente se daba cuenta de que no los había escuchado, pues siempre hablaba de lo que le pasaba a él, salía con historias que nada tenían que ver con lo que los otros le habían contado, él siempre tenía una historia para contar y hacía que los demás escucharan su propia experiencia en situaciones similares.

Sus conocidos y amigos se iban distanciando de él, no les gustaba que Juan no le diera importancia a los asuntos que a ellos les preocupaba, casi siempre iba por delante y solía terminar las frases de los otros, como adivinando lo que le querían decir, oía sin poner atención. 

Y es que Juan no había aprendido a escuchar, pero eso le pasaba también a otras personas. Por ejemplo, cuando Juan llegaba a su casa del colegio, empezaba a contar atolondradamente lo que le había pasado aquel día, entonces, la persona mayor que estaba allí, ya podía ser su padre, su madre o la señora que a veces le cuidaba, siempre tenían muchas cosas que hacer, le decían: - Juan, cállate y tomate la merienda que tienes muchos deberes - Y Juan, claro, se callaba, se sentía frustrado, triste, porque percibía que a los demás no les importaban sus cosas... así que guardaba silencio y se metía dentro de sí mismo, fue perdiendo interés en comunicarse con su familia. 



De esta manera fue formándose en solo escuchar sus voces internas y no las de los demás, poco a poco se fue aislando y pensando erróneamente que a los otros no les interesaba lo que él sentía, por lo tanto él, desde su imaginación, creó una barrera que le impedía comunicarse con las otras personas, se creó un mundo solitario para él.

Tenemos que aprender a escuchar, a poner interés en lo que nos cuentan, para ello hemos de mirar con atención a los ojos de quien nos habla, así podremos saber cómo se siente y ayudarle en su tristeza o alegrarnos con esa persona de su alegría, eso es compartir, sentirnos a nosotros y sentir a los demás.

Saber escuchar es más que tener la capacidad de oír las palabras de los demás. Es, principalmente, tener la habilidad de dejar de oír nuestros propios pensamientos.



domingo, 5 de marzo de 2017

La ratita Alicia y el árbol con agujeros.



Érase una vez una ratita que se llamaba Alicia, era muy rebelde, esto quiere decir, que casi todo lo que veía no le gustaba, así que reaccionaba contestando con enfado a sus padres, profesores y especialmente a aquellos que ella creía tenían alguna autoridad, o sea, que mandaban.

Un día, su madre la mandó al supermercado a comprar galletas para la merienda, cuando llegó a la caja había una cola tremenda y Alicia empezó a ponerse de malhumor, empujaba a los ratones que tenía delante, resoplaba, y, claro, los otros ratones la miraban con mala cara, una vez llegó su turno tiró de mala manera el paquete de galletas a la cajera, pagó y no dijo ni adiós.

Cuando llegó a casa su mamá le preguntó qué porqué había tardado tanto, a lo que ella contestó que la dejara en paz y que nunca más iba a hacer mandados. Su mamá que la conocía le dijo que su mal carácter solo le iba a hacer daño a ella misma, ya que el enfado se lleva por dentro y hace mucho daño a uno mismo.

En el colegio la cosa no era muy diferente. Alicia tenía algunos amiguitos, los que la conocían sabían que tenía malas pulgas. Ana, su mejor amiga, era precisamente la que más sufría, pues quería mucho a Alicia pero a menudo peleaban y Alicia la insultaba y le decía cosas terribles, que hacían mucho daño a Ana.


Una vez, su tutora la llamó para hablar con ella, le dijo que había encontrado a Ana llorando y al preguntarle qué le pasaba esta le contestó que quería cambiarse de colegio para tratar de olvidarse de su amiga Alicia porque solo la hacía sufrir. Al oír esto, Alicia estuvo muy apenada pues quería realmente a Ana y no quería perderla.

Al día siguiente la profesora anunció a la clase que Ana se iba a otro colegio, Alicia, llorando fue hasta su amiga para pedirle que no se fuera, que la perdonara, que ya no iba a enfadarse más con ella, pero ya Ana no podía volver atrás, eran sus padres los que habían tomado la decisión y la pequeña nada podía hacer.

Pasaron los días y Alicia estaba muy triste pues echaba mucho de menos a su amiguita, su tutora, al verla tan apenada así le habló: Alicia, no estés triste, trata de comprender porqué ha pasado esto, cuando se dicen palabras que molestan a los demás, duelen, aunque después pidamos perdón no vuelve a ser como antes. Si clavamos un clavo en un árbol, aunque después lo quitemos, el agujero sigue ahí, ¿Verdad Alicia? De la misma manera, cuando ofendemos a los demás ellos nos perdonarán, pero ya saben que les hemos causado dolor y eso no se olvida fácilmente.


No olvides lo que dijo Charles Dickens que era un escritor de cuentos: "La verdadera grandeza es hacer que los demás se sientan grandes.